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sábado, septiembre 25, 2010

espejismos de la comunicación.


“Te lo he dicho con toda claridad”, cuando sólo está claro para quien lo dice, no para su interlocutor. La comunicación siempre es una pretensión, nunca está garantizada, es un empeño. Algunos ni siquiera entienden esta premisa, este hándicap, y pretenden que todo el esfuerzo corra por cuenta del otro, que se esfuerce por comprendernos, cuando el esfuerzo debe siempre ser realizado por ambos, siempre. Desde luego que una mayor destreza en la elaboración del discurso minimiza las oportunidades de mala interpretación, que una mayor vehemencia puede hacer más asimilable el discurso, más comprensible el mensaje. Desde luego que una mayor cultura, puede resultar de mucha ayuda, a ambos, al que intenta hacerse comprender y al que intenta comprender lo que le están diciendo.
“Has dicho que…” y resulta que uno no se reconoce en lo que le dicen que ha dicho. Puede que al manifestar su sorpresa por haber sido tan mal interpretado le sea reprochada la aclaración y que ésta sea considerada un recurso para zafarse de sus consecuencias. A veces nos posicionan previamente a cualquier manifestación, y lo que podamos decir se interpreta desde ese prejuicio: más que entendernos, parece que buscasen constatar que somos tal como nos imaginaban (como sospechaban que somos) y todo intento de aclarar el equívoco sea mal recibido, como si sólo fuera un subterfugio nuestro para no asumir que somos como nos han imaginado que somos. Cuando sucede esto último resulta arduo recuperar nuestra posición propia y real, parece que en lugar de aceptar lo que decimos, tuviéramos que demostrarlo, que tuviéramos que demostrar que sus prejuicios respecto a nosotros no son legítimos, que tengamos que ser nosotros quienes nos legitimemos: “Yo no he dicho eso que dices que he dicho, ni soy quien crees que soy”. Casi siempre sucede porque el otro se ha precipitado a perfirlarnos y después se muestra reacio a permitirnos ser quien de verdad somos, no les gusta que no encajemos en su juicio previo y precipitado. No parecen servir de mucho las posteriores explicaciones, es como si se nos culpara por no encajar en el retrato robot que han hecho de nosotros. No nos ven, sólo parecen ver un espejismo de lo que somos.