domingo, enero 10, 2010

el azar, la lotería del destino


El azar ha tenido su momento estelar anual: la lotería. Y al filo del nuevo año, pocos serán quienes no hayan formulado algún deseo, que es una comanda que le hacemos al azar. No creemos, pero practicamos. La costumbre, muchos siglos de costumbre.
Azar, Destino y Casualidad, tres palabras que son y no son lo mismo, cargadas las tres de mucho poso. "Era su hora", oímos decir de alguien que ha muerto inesperadamente, en un accidente, como si ese fuera decididamente su destino. ¿El destino un accidente? ¿La mala suerte un destino?
Unos adjudican su triunfo a su destino, como si fuera irremediable, merecido sin duda. Otros se amparan en él para aliviar su fracaso. La casualidad parece que no juega en esta misma liga, o lo hace en segunda división. Nadie dice "se murió por casualidad", o "triunfó por casualidad", pero podría decirse, quizá debiera decirse.
El Azar siempre anda por medio. Tendemos a considerarnos tan importantes, tan autosuficientes, tan capaces de todo por simple voluntad, que solemos desconsiderar que el azar se ducha con nosotros o se pone a jugar con el calentador del agua, se acuesta con nosotros o juega con las manecillas del despertador, conduce nuestro vehículo o es una mancha de aceite en el asfalto, y que es el socio invisible y caprichoso de nuestra vida. Unos prefieren encomendarse al destino o al azar, cómoda e irresponsablemente. Otros insisten en considerarse únicos decisores de sus vidas. Puede que sólo dispongamos del 50% de las acciones, que la otra mitad estén en manos de las circunstancias más casuales e inesperadas, caprichosas incluso, hasta absurdas, siempre inesperadas.