lunes, diciembre 13, 2010

LA FE COMO AUTOHIPNOSIS


Créetelo, créetelo, créetelo.
Me lo creo, me lo creo, me lo creo.
Después de cierto tiempo, la creencia se vuelve automática, actúa con algo que parece espontaneidad, como suelen hacerlo los prejuicios, y cómo estos, pasan desapercibidos para quien los aloja, (que no suele ser el único que los padece, porque siempre termina causando otras víctimas colaterales).

Resulta muy difícil conseguir que alguien vea y comprenda sus propios prejuicios: no los asume como tales, le parecen verdades indiscutibles, y por eso lleva mal que se las discutan.
Intentar razonar sobre algún asunto con alguien que tiene prejuicios al respecto... es una tarea casi imposible, casi siempre condenada al fracaso.
Los prejuicios son gafas de lentes tintadas de un color que modifica todo lo que ve.
Los prejuicios son un derivado de la fe, de las creencias, de todo eso que algún día nos condicionaron a dar por aceptable pero sin mediar explicación alguna y sin razonamiento, y que condiciona tanto como un sistema operativo.

No es fácil despojarse de las creencias y conformarse con aceptar apenas algunos convencimientos provisionales, y algunas devociones sentimentales exentas de justificación, dejando atrás las falsas premisas que nunca fueron tales. Pero si se consigue dejar atrás todo eso...las difucultades no han hecho más que empezar: entonces es cuando descubres a todos los que aún siguen allí donde tu estuviste, atrincherados en sus convicciones, obstaculizando cualquier razonamiento adecuado, descartándolos, negándolos y reprochándote que no les entiendas, pero sin querer entenderte a ti.

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